¡Selecciona la cuna!
Un recién nacido puede dormir perfectamente en cualquier cesta, cuna o moisés, porque además de resguardarse del frío y de los ruidos externos se sentirá muy protegido.
A medida que crece, sus movimientos más enérgicos exigirán un lugar más seguro y grande, apropiado a su tamaño y su curiosidad. Después de los cuatro años, el niño puede comenzar a dormir en una cama, pero eso dependerá de los padres y de la criatura.
Las características más relevantes de una cuna son las siguientes:
Sus formas deben ser curvas y suaves, sin piezas afiladas o punzantes. Evita aquellos muebles que tienen formas o volúmenes que se desprenden o se enganchan en la ropa.
Las barandas deben ser firmes y resistentes a los golpes, mientras que la distancia entre los barrotes no deben superar los 6 centímetros como máximo.
Para evitar caídas, la cuna debe ser profunda. La altura desde el fondo del mueble (sin colchón) hasta el borde superior de la baranda debe ser de 60 centímetros como mínimo.
Las pinturas o barnices que decoran la cuna, no deben ser tóxicos. En caso de que el bebé los chupe no correrá ningún peligro de envenenamiento.
Las ruedas de la cuna deben tener frenos o ser fijas.
Los tornillos o ensambles deben estar bien ajustados para evitar rasguños e inestabilidades.
¿Cuáles son los requisitos de un buen colchón?
El modelo del colchón dependerá de las dimensiones de la cuna y del presupuesto familiar. Los precios variarán en función de los materiales con los que están fabricados: goma espuma, tela, de muelles, de látex, etc.
Lo importante es que no sea excesivamente blando (puedes preguntar por los ortopédicos o semiortopédicos) y que esté recubierto con una funda plástica o tela removible. Cuando lo coloques, comprueba que ajusta bien y que como máximo queden dos centímetros por cada lado, porque si queda demasiado espacio entre él y las barandillas el bebé puede meter su mano o su pie y quedar atrapado.