Por qué es necesario vacunarse
El 16 de enero de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un informe en el que calificó a la “renuencia a la vacunación” como una de las “10 principales amenazas para la salud mundial en 2019”, junto con la contaminación del aire y el cambio climático, enfermedades no transmisibles, pandemia mundial de gripe, resistencia a los antimicrobianos y enfermedades infecciosas como el ébola, dengue y VIH.
Según un trabajo publicado en el portal www.mercola.com por Bárbara Loe, los causantes principales de enfermedades y muertes tempranas en poblaciones humanas han sido la pobreza, malas condiciones de higiene y mala nutrición, pero las enfermedades infecciosas con soluciones farmacéuticas dominaron esta lista.
La respuesta inmediata de los principales medios de comunicación ante el anuncio de la OMS fue centrarse en la “renuencia a la vacunación”, ya que el comité editorial del New York Times declaró el 19 de enero que los “anti-vaxxers” ( término que se le adjudica a las personas y campañas que están en contra de la vacunación) son “el enemigo” y pidió al gobierno de los Estados Unidos que fuera “más severo” al emprender una campaña a favor de las vacunas que sea “audaz y agresiva” y que incluya “restricciones más estrictas en torno a la libertad que los estados otorgan a las familias que desean omitir las vacunas esenciales”.
Para el 23 de enero, The Hill anunció que el gobierno de Washington había declarado un estado de emergencia debido a 23 casos de sarampión reportados en un área con una “comunidad renuente a la vacunación” en Portland, Oregon, y en el Reino Unido se hizo un llamado para que las plataformas de redes sociales “reprimieran las noticias falsas” y censuraran “información engañosa y mensajes negativos sobre la vacunación”.
La publicación por parte del comité editorial del New York Times que se tituló “How to Inoculate Against Anti-Vaxxers” (“Cómo protegerse de los anti-vaxxers”) fue un tema constante en los artículos que reaccionaron a la sugerencia de la OMS de que las personas que desean tomar decisiones informadas y voluntarias acerca de la vacunación son una amenaza global.
Un médico sugirió que los padres que no vacunan a sus hijos son egoístas: “Es una cuestión de ‘No me preocupo por otras personas en la comunidad, solo me preocupo por la salud y el bienestar de mi propio hijo’”.
No hubo discusión sobre la falta de conocimiento institucional de la ciencia detrás de la seguridad de las vacunas o sobre el hecho de que la mayoría de los padres aún siguen al pie de la letra los consejos de los pediatras y los funcionarios de salud pública, pero cuando descubren que el riesgo de vacunación en sus niños es muy alto, es cuando empiezan a cuestionar la seguridad de las vacunas.
Tampoco se discutió sobre el hecho de que, desde 2011, a las compañías farmacéuticas no se les ha hecho responsables por las lesiones y muertes causadas por las vacunas que se venden en los Estados Unidos, cuyo uso es recomendado y exigido por el gobierno.
En cambio, a los padres de niños que han sido lesionados por el uso de vacunas, además de otras personas preocupadas por la seguridad de las vacunas, quienes durante décadas les han estado pidiendo tanto al gobierno como a la industria que desarrollen información científica de mejor calidad sobre las vacunas, así como políticas de vacunación más humanas que respeten la diversidad genética y biológica, se les aplicó el estereotipo de “anti-vaxxers” y fueron clasificados como una “amenaza” para la salud pública.
El comité editorial del New York Times explicó que: “Nuestra situación actual no es un misterio. En Internet, la propaganda contra las vacunas ha superado la información de salud pública a favor de las vacunas”.
De manera autoritaria, “el comité, editor y publicista” del New York Times declararon que “los científicos se sienten incómodos con las declaraciones drásticas, porque la ciencia tiene que ver con los detalles. Pero, en el caso de las vacunas, hay algunas realidades difíciles que merecen ser promovidas. Las vacunas no son tóxicas y no causan autismo. Punto”.
Sin embargo, no se discutió el hecho de que las personas tengan una preocupación justificada con respecto a los ingredientes de las vacunas y a que la industria farmacéutica le pague a la FDA para acelerar el proceso necesario para legitimar nuevas vacunas sin realizar las pruebas adecuadas.
Tampoco hubo discusión sobre el hecho de que los médicos al dar a los niños 69 dosis de 16 vacunas a partir del mismo día en que nacen (que es tres veces más que las vacunas recibidas en 1983) no pueden dar explicaciones de por qué tantos niños en los Estados Unidos que han recibido un exceso de vacunas hoy en día están más enfermos, en vez de más sanos.
Lo anterior se ve reflejado en que 1 de cada 6 niños tiene problemas de aprendizaje y 1 de cada 40 tiene autismo.
Además de lo anterior, hay millones de niños que sufren de asma, diabetes, alergias severas, epilepsia, cáncer, esquizofrenia, depresión y otras enfermedades crónicas que se caracterizan por una inflamación crónica en el cuerpo.
Los CDC manifestaron que el 90 % de los 3300 millones del gasto anual para la atención de salud se designa para personas con padecimientos mentales y crónicos.
La desenfrenada a inexplicable epidemia de enfermedades crónicas y discapacidad está llevando a la quiebra al sistema de salud de los Estados Unidos y para colmo de males, no se designan fondos para investigar la razón por el incremento sin precedentes de las vacunas que se les administran a los bebés, niños y adultos.
En ningún momento se habló sobre las multinacionales farmacéuticas que están cargo de un mercado global de vacunación con un valor de 34 000 millones de dólares y que tienen contratos de miles de millones de dólares con compañías de medios masivos de comunicación, así como alianzas público-privadas con gobiernos para que les compren vacunas y creen campañas publicitarias a favor de las mismas.
Dichas campañas son gigantes en comparación con la pequeña cantidad de sitios web y blogs que han sido catalogados como “anti-vaxxers” tan solo por cuestionar la ciencia detrás de las vacunas y las políticas gubernamentales.
Tampoco se mencionó que las corporaciones adineradas y fundaciones filantrópicas con agendas políticas, así como los médicos y funcionarios de salud bien remunerados que están a cargo de operar el sistema de vacunas, se encuentran en posiciones de poder privilegiadas con una clara ventaja sobre los ciudadanos comunes que están sujetos a las leyes de vacunación, las cuales suponen un riesgo terrible para las personas con susceptibilidad genética y biológica a sufrir lesiones causadas por la vacunación.