Horas de Sueño
En este aspecto, casi siempre puede confiar en que el propio niño dormirá lo necesario. Pero a partir de los dos años ya no se le puede negar la libertad en este sentido. En esta edad su sueño puede ser perturbado por algunos temores: quedarse solo, la oscuridad, las pesadillas o el orinarse en la cama. Ciertas emociones pueden también trastornar su sueño ej.: Los celos de su hermano menor. También puede encontrarse nervioso por la noche porque recibió un regaño de su madre a la hora de acostarse o por preocupaciones con relación a sus deberes escolares.
Normalmente, un niño de dos años debe dormir doce horas por la noche y una o dos durante el día. Entre los dos y seis años, las siestas diurnas serán cada vez más cortas, pero el sueño nocturno debe ser de la misma duración. Si el horario escolar lo permite, es aconsejable que el niño mayor de seis años tenga un momento de reposo durante el día.
Entre los seis y los nueve años es cuando el niño debe acortar el sueño nocturno aproximadamente en una hora, por ejemplo, se acostará a las nueve de la noche y se levantará a los ocho de la mañana. Este cambio se hará de modo progresivo.
Hacia los doce años, suprimirá otra hora de sueño acostándose a las diez de la noche en lugar de las nueve. Este horario, recuerde, es la regla general. Pero hay niños que deben dormir más y otros que necesitan menos horas de sueño.
Hacia los tres o cuatros años, muchos niños ya no duermen durante el día, aunque hasta los cinco o seis, todos deberían hacer una siesta después de la comida del mediodía. A cualquier edad necesita descansar cuando este fatigado.
No Quiere Dormir en su Cama
Entre las dos y tres años, momentos después de acostarse, algunos niños acostumbran a saltar de la cama, salir de la habitación y volver junto a sus padres. Y piden agua o alegan que desean orinar, aunque hayan bebido poco antes o lo hayan hecho todo hace un momento. A menudo se dirigen a ustedes con una amabilidad y una inocencia especial. Lo repiten hasta diez veces y vuelven a empezar esta especie de juego como la cosa más natural del mundo.
La causa principal de este comportamiento parece ser la soledad. El niño de dos años anhela la compañía de los padres, sobre todo los primogénitos. En efecto, se han sentido siempre muy cerca de sus padres y se les hace difícil la idea de compartir su habitación con otro hermanito. La ausencia del padre o de la madre puede aumentar todavía más su angustia.
Para evitar esa situación es muy importante acostar al niño con tranquilidad y, si es posible, dejar que juegue un poco con su padre a quien no ha visto durante el día, antes de llevarle al dormitorio. Si abandona la cama, no se enfade con el, con ello aumentaría su malestar y le asaltarían nuevas tentaciones.
Es preferible volverlo a acostar inmediatamente y con firmeza. A veces se obtiene buenos resultados no dejando al niño que duerma después de comer, pero entonces se cansa muy pronto, y el exceso de fatiga también puede desvelarlo por algunas horas.