La fundadora de Y7 Studio, Sarah Larson Levey: «Quiero que otras mujeres sepan que está bien estar triste o enojada todo el tiempo que quieras».

Mi esposo Mason y yo nos conocemos desde que éramos niños, y comenzamos a salir después de la universidad. Siempre quisimos hijos. En 2013 fundé Y7 Studio en la ciudad de Nueva York, y el trabajo fue mi primera prioridad durante mucho tiempo. Amo lo que hago más que nada. Pero a medida que pasaba el tiempo, mi mente comenzó a cambiar para formar una familia.

Justo antes de cumplir 31 años, en septiembre de 2017, dejé de usar anticonceptivos. Lo había estado usando durante 15 años, y supuse que me tomaría un tiempo quedar embarazada. Pero en diciembre tuve una prueba de embarazo positiva. Fue el día antes de mi 31 cumpleaños. Estábamos muy emocionados. Todavía era demasiado temprano para mi primer sonograma, pero ya había comenzado a pensar en cómo sería la vida con un bebé.

Poco después, fui a Los Ángeles para la apertura de nuestra segunda ubicación Y7 allí. Tuvimos un montón de eventos divertidos y vendedores, incluido un lector de cartas del tarot, así que decidí que leyeran mis cartas. La mujer que leía me preguntó si estaba embarazada y le dije que sí. Pero luego las cosas se pusieron realmente raras. Ella me dijo: «Nunca digo cosas como esta, pero creo que deberías saberlo. Vas a abortar. Esto no va a funcionar». Estaba totalmente desconcertada.

A las 10 semanas tuve mi primer sonograma, y ​​no podía creerlo cuando mi médico me dijo que mi bebé no se estaba moviendo y que había abortado. Mi esposo estaba conmigo y yo estaba estupefacta. No había estado sangrando y no había indicios de que pudiera haber abortado. Solo quería salir de la oficina lo más rápido posible. No estaba emocional hasta que llegué a casa, y luego lo perdí. Todavía me sentía embarazada, pero no lo estaba.

Tuve una dilatación y legrado en enero de 2018, que se sintió como un trauma completamente diferente. No conocía a nadie que hubiera tenido un aborto espontáneo. En ese momento, pensé que era mi culpa, como si hubiera algo mal conmigo, y no ayudó que algunas personas en las que había confiado preguntaran si pensaba que era algo que hice.

Finalmente, terminamos con pruebas genéticas en el embrión (que supimos que era un niño), y descubrimos que tenía Trisomía 16, un trastorno cromosómico, lo que significaba que el bebé probablemente no habría vivido mucho después del nacimiento. Así que en realidad no fue mi culpa en absoluto.

El aborto involuntario fue realmente duro para mi matrimonio. Mi estado de ánimo estaba por todos lados. Había estado tomando anticonceptivos durante 15 años, luego lo dejé durante dos meses, luego estuve embarazada y luego no lo estaba. No estaba emocionalmente disponible.

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