Padre es sólo quien lo sabe ser
Esta vieja frase castellana resume sabiamente lo que significa el oficio de ser padre.En nuestras sociedades modernas donde el hombre está sujeto a la presión de la competitividad, de la lucha por la supervivencia, del tener que demostrar constantemente su hombría y su independencia, el rol de papá ha pasado a un lugar muy secundario, (por no decir terciario o cuaternario) y es así como los profesionales de la salud, vemos cada vez más alterado el cuadro familiar por una ausencia física o psicológica del padre en el hogar.
El padre ausente es fuente de ansiedad depresiva en los niños. La rabia hacia el padre abandonante o distante, porque siempre «está muy ocupado en tareas muy importantes», o porque un buen día se largó con viento fresco, es un motivo de consulta constante para el profesional de la psicología o la psiquiatría.
El padre violento o autoritario, el padre frío o muy débil, el inmaduro, infantilizado ante los hijos y despreciado por la madre es un auténtico generador de conflictos intra y extrapsíquicos. Por eso la figura de un buen padre sustituto es tan valiosa. Un hombre que se casa o se une a una mujer con hijos de otro, y no los confunde con la representación amenazante del otro sino que los atrae para darles cariño y ayuda, manteniendo su papel de suplente del verdadero padre, es una persona admirable. Los hijos del divorcio no son necesariamente víctimas de la separación en sí misma sino de las actitudes que cada miembro de la pareja asuma después del hecho. Si los padres se mantienen distantes ellos dos como pareja, pero conservan los vínculos afectivos con sus hijos y manejan adecuadamente los sentimientos que les dejó la ruptura con el cónyuge no es probable que ocurran muchas situaciones que ameriten tratamiento.
Lamentablemente este no es el caso más frecuente y lo que se encuentra por lo general, es un hombre que decide irse porque se encontró otra mujer y se divorció de su esposa y de sus hijos, o uno que se siente profundamente abandonado y actúa resentido instigando en sus hijos sentimientos contrarios a la madre, o uno que desea ser perdonado por sus andanzas previas las cuales no resultaron como él esperaba y ahora regresa al lugar que no quería dejar en primer lugar y así sucesivamente. Ese tipo de padre frustrado castiga retirando su presencia, o presentándose para causar problemas, o no ayuda económicamente, o sabotea el trabajo de la madre, o cualquier otra variante que la patología particular determine.
El padre sustituto es entonces un gran baluarte de la salud social. Es un hombre que desplaza la imagen deteriorada o perdida y se erige en una alternativa muy valiosa para el crecimiento emocional de la familia. Por supuesto que esa tarea no está exenta de dificultades. Muchos buenos padres sustitutos pueden dar fe del dolor que causa una muestra de ingratitud o de desdén de parte de los hijos asumidos. Aquella dura frase que le lanzan como un dardo cuando el padrastro intenta imponer la disciplina. Ese terrible:
«¡Tú no eres mi papá!», se le clava en lo profundo de su autoestima y le hiere en el amor y dedicación que les ha dado a hijos, a quienes no engendró pero a quienes ha elegido querer porque son de la mujer que él ama. Esa tarea difícil, llevada con paciencia y alegría, finalmente paga en el sentimiento del deber cumplido y en el contemplar muchachos sanos y exitosos.
No sabemos si la mayoría estarán agradecidos, o si lo van a demostrar abiertamente para satisfacción del padre sustituto, pero en todo caso esto no es realmente lo importante para alguien que encaró su trabajo con sentido de madurez y responsabilidad.