¿Qué hacer con un bebé alérgico a la leche de vaca?
La herencia y la edad a la que el niño toma su primer biberón de leche de vaca son factores que predisponen al desencadenamiento de esta alergia. Diarreas, catarros crónicos y problemas dermatológicos son algunos de los síntomas de esta enfermedad.
La alergia a la leche de vaca se puede diagnosticar haciendo la prueba de la provocación, que consiste en administrar dosis cada vez mayores de esta sustancia.
Las estadísticas señalan que entre el uno y el diez por ciento de la población infantil sufre alergia a la leche de vaca. En realidad, se trata de un rechazo a las proteínas que contiene este líquido.
Las posibilidades de padecer esta enfermedad aumentan considerablemente cuando los padres del bebé son atópicos, es decir, tiene una predisposición hereditaria exagerada a padecer problemas alérgicos.
Para comprender esta enfermedad hay que tener en cuenta que las proteínas de la leche de vaca se comportan como sustancias extrañas que el organismo del bebé, que no es capaz de tolerar. Por este motivo son capaces de desencadenar reacciones que reciben el nombre de hipersensibilidad o alergia.
Las sustancias que inducen a este tipo de reacciones son los antígenos de los cuales el cuerpo se defiende fabricando anticuerpos (inmunoglobinas). El nivel en la sangre de una de ellas -IgE- se eleva no solo cuando el bebé ya padece la enfermedad, sino que también es alto en los recién nacidos que están especialmente predispuestos a sufrirla.
En la actualidad es posible detectar precozmente a estos niños gracias a la determinación de la IgE, que se puede hacer a partir de la sangre del cordón umbilical del recién nacido.
Los síntomas de la alergia a la leche de vaca suelen aparecer al poco tiempo de que el bebé ha comenzado a alimentarse con leche maternizada. No es raro que mientras está tomando un biberón la piel se le llene de ronchas, palidezca y empiece a respirar con dificultad. Habitualmente se trata de niños que han sido destetados progresivamente.
Según los especialistas, existen varios factores que predisponen al desencadenamiento de este proceso, tales como la herencia o la edad a la que el niño recibe el primer biberón de leche de vaca. Cuanto mayor sea el pequeño, menores serán las posibilidades de que padezca este tipo de alergia. Suele bastar con que el niño haya recibido un biberón de leche en la maternidad para desencadenar una alergia que se hará aparente cuando, dentro de unos meses, empiece a tomar leche de vaca.
Hay que tener en cuenta que todas las leches maternizadas se fabrican a partir de aquélla. Además, las posibilidades de padecer esta intolerancia aumentan si un hermano, o los padres, son alérgicos y se duplican cuando ambos progenitores padecen estos mismo síntomas.
La diarrea es una de las formas más frecuentes de comienzo de la alergia a la leche de vaca. Puede parecerse a una simple gastroenteritis. Otras veces, el proceso se manifiesta como una diarrea crónica con pérdida de peso y retraso del crecimiento. En este caso es necesario hacer un correcto diagnóstico diferencial con otras causas de diarrea crónica, ya que el tratamiento es distinto para cada una de ellas.
La alergia a la leche de vaca puede afectar también al aparato respiratorio: son frecuentes los catarros crónicos, las bronquitis y los procesos asmáticos. Otro síntoma, que se observa en más de la mitad de los bebés que no toleran la leche de vaca, son los problemas dermatológicos. Una intensa congestión de la piel, acompañada de costras, descamación y prurito, caracteriza a la dermatitis atópica. Este proceso suele manifestarse desde los primeros meses de vida mediante la aparición, sobre todo en las mejillas, de placas rojas secas y descamadas. Más adelante, las placas se extienden al resto de la cara, el cuello, las muñecas y las extremidades. Cuando las lesiones tienen serosidad, se forman costras difíciles de quitar.
En cuanto el pediatra sospecha que el bebé padece alergia a las proteínas de la leche de vaca, es fundamental cambiar a una leche especial. Hoy se sabe que las proteínas de la leche de soya también pueden desencadenar fenómenos alérgicos, por lo que es conveniente estar pendiente al utilizar estos preparados.
Para certificar el diagnóstico de alergia a la leche de vaca es necesario hacer la prueba de provocación, que consiste en administrar dosis cada vez mayores de esta leche mezclada con la alimentación habitual del bebé. La prueba, que se debe hacer en el hospital, se lleva a cabo cuando la leche de vaca ha sido excluida de la alimentación del bebé, por lo menos durante tres meses.
Para prevenir accidentes peligrosos es aconsejable que el pequeño permanezca en observación durante unas ocho horas. Luego se puede continuar con la provocación en casa sustituyendo progresivamente un biberón de leche especial por uno de leche maternizada. Ante la reaparición del menor síntoma de intolerancia se volverá a la alimentación con leche especial por lo menos durante un año. Al cabo de ese tiempo se lo somete a una nueva prueba.
Se recomienda que a los niños cuyos niveles de IgE en sangre sean elevados no se les alimente bajo ningún concepto con las leches maternizadas habituales. Se les debe dar, en el momento del destete, leche hipoalergénicas especiales.
Para que el niño se sensibilice, suele ser suficiente con que reciba un biberón de leche de vaca en la maternidad. Cuanto más tiempo sea amamantado por su madre, menores serán las posibilidades de que sufra esta intolerancia.
Por fortuna, hoy contamos con leches especiales hipoalergénicas fabricadas a base de hidrolizados de proteínas de leche de vaca. Gracias a ellas, los síntomas del bebé alérgico remiten y pueden criarse como un niño normal.